La Fatality Menstrual

No quiero más hablar con vos, tenés tu puta manera de pensar. Ayer me robaste la musculosa con la que corto el césped, te la llevaste a la fundación flores silvestres. Qué te pasa?, te pregunté golpeteando la puerta del baño. Me vino!, me gritaste, me vino, no sos capaz de otorgarme privacidad ni cuando me cambio la toalla higiénica. Hago una patada voladora y exploto la cerradura: tenés tu putisima manera de pensar las cosas al revés, sabé que no te tolero cuando te sensibilizás y tramás que me río de vos, entendélo. La puerta le pega en la frente y le abre un tajo por donde emergen borbotones de salsa de tomate; cae al inodoro, se enreda en su propia menstruación. Desenfundé del mameluco un rallador y se lo “pasié” por el rostro humectado; gritabas de asco y de ardor. Tu figura inundada de chorros rojos, de coágulos tomatinos ensangrentados. Te desenredé de entre el inodoro; las toallas con alas demi- sec esparcidas por el piso blanco, me decías: no me pisés las toallitas que hay asueto comercial. Estrangulándote, te colgué un brazo en cada gancho “cuelga -bata”, te puse una pierna en el bidet y otra sobre la tapa del inodoro.
Tu cuerpo en cruz, ¡qué poético para una toma de karate! .
Expulsabas sangre como si mearas, me manchaste la laja blanca y ya no sale, ni con cif, ni con echo en el balde. Asesináme, rogabas, pero antes peináme. Tomé carrera como ejecutando una penal, imitando la figura del cisne sobre tu cuerpo. ¡Cagáme, cagáme! Suplicabas. Los ojos me palpitaban como los de Tu Sam; en derredor una burbuja de acero me cubrió, hasta podía correr en círculos, como el endurista del globo de la muerte. Aullabas de quemazón, mi burbuja de acero supuraba calor. Me elevé como una daga voladora y te aplasté el estomago con la suela de goma de mis Havaianas.
No me uses más la musculosa blanca, te advertí, mientras blanqueabas los ojos, epiléptica!.