A las siete de la tarde anunciaron alerta meteorológico. Antes nadé en la pileta tratando de huir a la maquinita registradora que tengo adentro. Adentro tengo además un rollo de papel interminable en formato tickets, la tinta y la caja registradora que teclea todo el tiempo hace como veinte años. En reproche-en rebelión-en pura rebeldía me tiré en bombachas a la pileta buscando agua fría en medio de este caliente presente pero el agua presentaba hoy esa tibieza ideal que busco en la ducha pero que aborrezco en las piscinas. Hice olas y olas con las piernas hasta que me empezaron a doler la pantorrillas y me convertí en una chica en un mar.
La maquinita registradora- clic clic clic usando de todos mis efectos para no dejar de funcionar. El agua me hierve. Empiezo a nadar y cuando me detengo, el agua me hierve. Salgo y me siento a ver el cielo, me repiten desde lejos que se viene el temporal. Quizás el viento esté caliente pero yo que estoy mojada encuentro al fin el sentido de la palabra fresco-frescor-frescura-escozor frío de viento contra el cuerpo, y ahí sentada en la galería me acordé de mi abuela cuando se sentaba sin nada especifico que hacer. Entonces me enteré que en este mundo los instantes de paz todavía son posibles. Caminé por las baldosas de la galería ensuciándome los pies y ya, sentir la tierra en las plantas no me producía el escozor-asco que casi siempre me produce. Me tomé un café mirando a las hormigas negras. Mi perro harto del calor me miraba a mí y yo a él, yo a él y el a mí, nos turnábamos en la observación de sala de espera. La maquinita registradora no sé, habrá seguido tecleando, la cosa es que aprendí a no saber de ella aunque esté incorporada a mí inexorablemente.
A veces no la escucho, ella registra e imprime, cantidades horribles de cosas que nunca voy a poder hacer.
La maquinita registradora- clic clic clic usando de todos mis efectos para no dejar de funcionar. El agua me hierve. Empiezo a nadar y cuando me detengo, el agua me hierve. Salgo y me siento a ver el cielo, me repiten desde lejos que se viene el temporal. Quizás el viento esté caliente pero yo que estoy mojada encuentro al fin el sentido de la palabra fresco-frescor-frescura-escozor frío de viento contra el cuerpo, y ahí sentada en la galería me acordé de mi abuela cuando se sentaba sin nada especifico que hacer. Entonces me enteré que en este mundo los instantes de paz todavía son posibles. Caminé por las baldosas de la galería ensuciándome los pies y ya, sentir la tierra en las plantas no me producía el escozor-asco que casi siempre me produce. Me tomé un café mirando a las hormigas negras. Mi perro harto del calor me miraba a mí y yo a él, yo a él y el a mí, nos turnábamos en la observación de sala de espera. La maquinita registradora no sé, habrá seguido tecleando, la cosa es que aprendí a no saber de ella aunque esté incorporada a mí inexorablemente.
A veces no la escucho, ella registra e imprime, cantidades horribles de cosas que nunca voy a poder hacer.