8 de mayo de 2007

La fresca


La fresca llega por debajo de la puerta, por el poco espacio que queda entra la dura madera y el más frío que el aire suelo, luego se cuela por debajo de su pantalón, acariciando las medias de nylon para finalmente llegar hasta sus muslos, que tiritan de frío y estallan de excitación. Sentada en un sillón se resiste a la tentación de pararse, servirse una copa de vino y aplacar el involuntario movimiento. Es que no puede comprender como esa combinación de factores climáticos tales como la humedad, la temperatura y la presión atmosférica pueden tener un efecto tan preciso sobre su cuerpo y más que eso, sobre su ánimo y su sexo. Ahora la vibración crece, y se extiende a todo su cuerpo, tomando sus brazos, manos, pechos y su rostro.

Tiembla,

temblequea,

tambalea,

temblea,

tamblea,

tiemblaquea

y no le importa si eso ha de terminar en algún momento o si se será una sensación sin sación (de saciedad) o un nuevo reflejo que se ha despertado en su cuerpo y que quiza vaya a llevarla al extremo del éxtasis y el placer, sin siquiera tocarse o ser tocada, sin articular ningún pensamiento, pensandoennada, porque más allá de su voluntad, está gozando como nunca antes lo ha hecho. Finalmente sus rodillas quiebran y cae de bruces al suelo. Inerte permanece tirada sobre la alfombra, al tiempo que una nueva ráfaga de frío la acolcha y la cubre y la abraza y la tienta a comenzar de nuevo.

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