13 de mayo de 2007

El carnicero

Me encanta verte manipular la cortadora de costeletas. Esa maquina eléctrica con una cuchilla transversal por donde pasás la pieza de costeletas y las fileteás.
Ese ritual de atrás para adelante y el sonido de gillette cuando haces pasar la carne por la cuchilla. Te quedan las manos llenas de carne y de grasa. Te las limpiás en el delantal blanco. Debe tener olor. Un aroma sucio, lascivo, a carne, a hielo, a acero, al mango de madera del cuchillo que afilás cada dos segundos. Tus ojos son sólo para los cortes.
Los usás para separar la grasa que te piden le saques a la carne las señoras “light” de Barrio Norte. Sos fornido. Se nota que cargás reces pesadas desde muy temprano todos los días. Además tu piel está curtida gracias al frigorífico y podrías pasar la noche mas fría en el desierto completamente desnudo sin erizarte ni un pelo. Me fascinan los azulejos que te contrastan. Celestones, acuosos, son perfectos para tu silueta. El ruido de los fluorescentes como bichos constantes que te alumbran sólo a vos. Sos serio porque sos un chongo de barrio y los chongos de barrio para no quedar como tontitos se crían serios y robustos y cogen duro como si fueran descendientes de los toros. No me mirás pero sabes que estoy ahí. Que ya entré, saqué numero y que te voy a pedir un kilo de carne picada. A la hora de siempre, tres veces por semana, como te gusta a vos. A esa hora, tipo diez de la mañana, no hay mucho movimiento y cuando te vas para atrás a picar la carne que te pedí, yo me voy haciendo la distraída y te sigo. Tus compañeros ya lo saben y a mí ya no me da pudor como antes. Me llevás al baño que siempre está perdiendo y hay mucho olor a pis de macho.
Es rápido. Conciso. Sos preciso porque sos carnicero. Te pido que te saques el delantal.
Y que me agarres con esas manos con olor a carne cruda. Me tocás fuerte en el nervio exacto, justo para que me hagas explotar de tanto candor. Tu lengua es maravillosa.
Es suave y está amaestrada para lamer lo justo y necesario. Te acomodás de memoria y no hablás porque no hace falta, sabés cómo hacerme gritar y después me tapás la boca y yo siento el olor de tu profesión muy de cerca. Sos tan chongo pero cuando acabás te convertís en un montón de músculos desparramados sobre mí, transpirado, débil, entregado a mis poderes mortales.
Te mojás la nuca. Te pasás las manos por el pelo corto y negro. Yo te pongo el delantal mientras nos miramos en el espejo. Te doy un beso en el cuello, te enojás, sos macho.
Me mandás a mí a que salga primero. Un rato después salís vos con la carne picada.
Te pago. Y me voy. Vos serás muy macho, pero yo soy la dueña de tu pija.

5 comentarios:

Farber dijo...

Dana danita...cada vez escribís mejor. me parece muy bien que te hayas inclinado por la literatuta erótica de alto vuelo poético. Continúa así y llegarás muy lejos.

Anónimo dijo...

literatura uh? de alto uh?

Dalai irma dijo...

ay gracias max por tus elogios pero me pones colorada, la gente va a creer que solo entre nosotros nos reconocemos, quizas a los que entran esto no les parece literatura

Farber dijo...

Siempre con esas preocupaciones acerca de la aceptación. Esto es PURA LITERATURA

lombriza dijo...

quedé caliente, afh!