5 de abril de 2007

Bailar sin musica ( 1ª PARTE)

Septiembre de 2006. Primavera.
Saco pasajes en avión.
La noche anterior duermo en segmentos de dos horas. Me despierto con miedo.
En la valija llevo las fotocopias. Tres juegos en una carpeta transparente.
Preembarque aeropuerto Benjamín Matienzo. Finjo leer una revista.
Sigo la fila que conduce a una manga que desemboca en el avión.
Se para la japonesa adelante. Pelo largo negro. Tapado de cuero negro. Toda de cuero. Toda de negro. Manda mensajes. Frenética. Intuyo que está por ejecutar un atentado.
Me imagino que tiene olor a piel amarilla. Me alejo.
La escalera mecánica sube vacía. Se arma y se desarma. Sube J. Está solo.
Su presencia me desmorona. Estamos solos. Solos en el preembarque. Un avión sólo para nosotros. Nos envuelve un sonido anfibio.
No estamos solos. Los asientos separados. La japonesa a mi lado. Su pelo negro en mi hombro. Desesperada. Leo sus mensajes. No es un atentado contra la nación. Averiguo. Chismoseo.

El amante la dejó en el aeropuerto y ahora no le responde los mensajes.
Ella redobla la apuesta. Se adueña del posa brazos compartido. Le manda declaraciones testamentarias. Ultimas voluntades. Él no contesta. La japonesa desilusionada le confiesa su ultimo deseo. El avión despega. No la soporto. Me da miedo. Multiplica mi horror.
Avión + japonesa paranoica.
El único asiento vacío está al lado de J. Pregunto a la azafata por el cambio. Acepta. Se convierte en la patrona de los amantes indocumentados. La japonesa me mira mal. Acabo de dejarla. Me mira con reproche como si fuera su amante. Zafé. Me siento con J. Hablamos contentos. Somos dos viejos divorciados con ganas de coger. A J. le agarra melancolía. Me cuenta. Se enoja. Me culpa. Yo sólo trato de defenderme. Pongo las manos sobre la cara. Me achicharro. Encima turbulencia. Un fiasco.

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