Tus inmensos shorts blancos sugerían eso que había detrás.
Eran fatales cuando los traías manchados de barro. Bajar a tus muslos duros de músculos y luego a las pantorrillas esculpidas. Te imaginaba corriendo con pesas en los tobillos y la remera empapada. No había nada que me complete mas que tus pectorales rudos, tensos que me gustaba recorrer con las manos abiertas, bien abiertas. Subir por tu cuello a lamer lo que quedaba de tu 212 Carolina Herrera mezclado con sudor de rugby. Rozar mi nariz por tu barba árida, cortante, peligrosa para mis labios. Tus hombros, uh! Trabajados gracias a las pesas, que me contabas, usabas con el cuello, como si fueras un caballo obstinado, te inflaban los omoplatos. Nada como verte llegar exhausto de tanto golpe y luego cansarte yo. Subirme a vos, liviana, me levantabas como una plumita sobre tu pulgar.
Y acariciabas con las manos secas mi piel sedentaria. Deberías hacer un poco de gimnasia, me sugerías. Ya lo sé, es que mi deporte es leer, te contestaba, mientras bajaba la vista a mi panza donde deberían haber abdominales y a cambio encontraba tres líneas de grasa depositaba. Vos podrías leer un poco mas en tus ratos libres, arremetía yo con mi sugerencia literaria. Me contestabas que vos leías mas en comparación a la gimnasia que hacía yo. Te callaba con mi sesión de besos despacio, primero tocando el labio inferior, desembocando en el superior para después meter la lengua despacio. Me agarrabas las caderas con las dos manos, suave, ascendiendo despacio a las costillas. Sabías que con ese movimiento me hipnotizabas y podías controlarme. Entonces yo para bajarte la guardia de un seco ponía la mano en entre el short y la ingle y te hacía trastabillar en tu intento de derrotarme y ponerme boca arriba. Batalla de campo abierto. Sentirte el aliento en el medio de mi pecho, la lengua, tus dedos en el corpiño, buscando para entrar.
La silla del comedor hacía mucho ruido, estábamos a punto de romperla, oscilaba como una hamaca y eso me gustaba mas, tenía ganas de romperla, hacerla astillas y seguir en el suelo, helado.
Eran fatales cuando los traías manchados de barro. Bajar a tus muslos duros de músculos y luego a las pantorrillas esculpidas. Te imaginaba corriendo con pesas en los tobillos y la remera empapada. No había nada que me complete mas que tus pectorales rudos, tensos que me gustaba recorrer con las manos abiertas, bien abiertas. Subir por tu cuello a lamer lo que quedaba de tu 212 Carolina Herrera mezclado con sudor de rugby. Rozar mi nariz por tu barba árida, cortante, peligrosa para mis labios. Tus hombros, uh! Trabajados gracias a las pesas, que me contabas, usabas con el cuello, como si fueras un caballo obstinado, te inflaban los omoplatos. Nada como verte llegar exhausto de tanto golpe y luego cansarte yo. Subirme a vos, liviana, me levantabas como una plumita sobre tu pulgar.
Y acariciabas con las manos secas mi piel sedentaria. Deberías hacer un poco de gimnasia, me sugerías. Ya lo sé, es que mi deporte es leer, te contestaba, mientras bajaba la vista a mi panza donde deberían haber abdominales y a cambio encontraba tres líneas de grasa depositaba. Vos podrías leer un poco mas en tus ratos libres, arremetía yo con mi sugerencia literaria. Me contestabas que vos leías mas en comparación a la gimnasia que hacía yo. Te callaba con mi sesión de besos despacio, primero tocando el labio inferior, desembocando en el superior para después meter la lengua despacio. Me agarrabas las caderas con las dos manos, suave, ascendiendo despacio a las costillas. Sabías que con ese movimiento me hipnotizabas y podías controlarme. Entonces yo para bajarte la guardia de un seco ponía la mano en entre el short y la ingle y te hacía trastabillar en tu intento de derrotarme y ponerme boca arriba. Batalla de campo abierto. Sentirte el aliento en el medio de mi pecho, la lengua, tus dedos en el corpiño, buscando para entrar.
La silla del comedor hacía mucho ruido, estábamos a punto de romperla, oscilaba como una hamaca y eso me gustaba mas, tenía ganas de romperla, hacerla astillas y seguir en el suelo, helado.
2 comentarios:
Ay Dana que buena entrega de "los hombres a los cuales no tocariamos ni muertas". creo que me quedo con el carnicero...
sin dudas io tambien, ademas los carniceros son mas seductores, mas chongos no?
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