10 de septiembre de 2007

A Lowrey, mi extraviado

Entro a la cocina y recuerdo a Carver. La heladera sobre un charco de agua. No vas a escribir un cuento sobre el descongelamiento de la heladera, Dana, no más relatos sobre pisos mojados por heladeras. Me paro en el trapo de piso y comienzo a secar. Si yo no quería...(sonaba una canción) no quería ni siquiera llevar éstas zapatillas. No quería conocerte...sabía que me enamoraría...
Los restos del tallo de la acelga me recuerdan a la cebolla, me producen arcadas, los tiro sobre una bolsa mojada. Quizás mamá los use para la comida del perro, ¡Qué calamidad! Pobrecillo. Me toca lavar la plancha, claro, nunca voy a zafar de la vajilla. ¡Cómo puedo usar tanto aceite! Se acumula en las arterias, las obstruye y desemboca en un paro cardiorrespiratorio. Rocío con un desengrasante ultrapotente y le echo agua hervida. Anoche comí huevo frito con arroz. ¿Te acordás Lowrey? Te conocí un día lluvioso luego de un huevo frito. Había partido la cáscara de modo incorrecto y me enchastré los dedos con la clara. Te lo conté en mi primer comentario a tu blog. Creo que el peor de los finales es la indiferencia. De repente nunca más nos contestamos nada, cada uno en paralelo: mismo lugar, misma hora. El peor de los finales es aquello que persiste sobre un asunto pendiente y, que sin embargo, no somos capaces de clausurar.
Hoy te homenajeo, febril y desconcertada, sobre la capa de aceite en el teflón. Aspiraré el aroma del huevo en mis dedos y pensaré: ¿dónde estás querido?. Por qué de ésta forma, habiendo tantas otras mucho mas efectivas de no estar.
Si yo no quería...no quería ni siquiera llevar éstas zapatillas. No quería conocerte...sabía que, tarde o temprano, me enamoraría.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

no cambias mas no? ay dana dana

Anónimo dijo...

Esquizoooooo!