Hoy domingo en visperas de la famosisima Batalla de Tucumán, subí al colectivo en el último servicio que pasa cerca de la una de la mañana y al sacar la billetera para pagar, descubro que lo más chico que tenía era un billete de veinte pesos. Uno sesenta, digo. El chofer, un tipo de cincuenta años, con bigote clásico de los 60´s, esos bien tupidos por debajo de la nariz, del tipo militar duro, no reacciona. Esquiva un omnibus detenido, pone tercera y acelera. Cuánto? Uno sesenta, repito. Corta el boleto y me lo entrega. Espero mi vuelto, mas no me lo da, y no solo eso, sino que tampoco me dice nada. Espero unos segundos. Nada pasa. Tomo asiento en el primero, ese que está junto a la puerta y tampoco digo nada. Cada vez que se abre, el frío entra y me congela los pies. Me dará en algún momento el vuelto? no tendrá cambio? no tiene ganas de buscarlo? quiere robarme? quiza al pedir mi dinero al finalizar el viaje me dijera, disculpá pibe, no tengo cambio, pero cómo? devolveme la plata entonces. Pero vos ya viajaste, si no te cobro, me descuentan el boleto. Me hubiera dicho que no tenia cambio y no subía.
Ya había desarrollado en mi pensamiento una serie de movimientos en caso de que no quisiese dar el vuelto: tomaría esa cajita en la que tienen los boletos y se arrebataría, como para tener algo para canjear, o sino, le sacaría la campera, tambien para cambiarla por mis veinte pesos. El viaje seguía y extrañamente , todos los pasajeros descendían por la puerta de adelante, y antes de descender solicitaban al conductor que les diesen el vuelto que le debían, es decir, que el maestro le debía plata a varios de los ocasionales usuarios del servicio nocturno del transporte público, que viajaban en la unidad 38 de la linea 143. Comenzaba a preocuparme...era posible que si estregaba todo su cambio en vueltos no tuviera llegado el momento para darme a mi los dieciocho con cuarenta que me debía, o al menos dieciocho, pensaba, qué me importaban los cuarenta centavos. Cada vez hay menos pasajeros.De pronto recordé lo que me habías dicho al besarte al salir de tu casa: estuve pensando qué haria yo si vos te moris. Y que harias? Me destruiria.
Un escalofríos me recorrió la espalda y te imaginé destruida, desmembrada, desintegrada, inexistente, y no me gustó la idea. Te prefiero construida, por favor no te hagas daño, y menos por mi, te respondí. No podía quedarme un segundo más, tenía miedo de...que me quiebres con tus palabras como dagas o como martillazos de obrero municipal.
Donde yo vivo es cerca del final del recorrido, por lo que siempre soy de los últimos, sino el último en descender. El conductor enciende un cigarrillo y el humo empieza a circular por entre los asientos. A pesar del frío abro la ventanilla. Y qué harías vos si yo me muero? quedé inmóvil por un momento. Nunca había pensado en la posibilidad de tu muerte, en no tenerte o no conocerte, en tu no existencia. Estaba en un brete, no podía no responder tamaña pregunta. Múltiples respuestas que se anulaban unas a otras hac´pian cortocircuito en mi mente.
ey! pibe.El chofer me estaba dando mi vuelto. Nueve billetes de dos pesos, una moneda de veinticinco centacos y otra de diez centavos. Perfecto, jamás creí que por voluntad propia iba a darme lo que me correspondía.
Parada.
Bajo del coche treinta y ocho y comienzo a recorrer las tres cuadras que restaban para llegar a casa.
Me destruiría, repitieron mis labios.
y me sentí muy bien